REVISTA
ENLACE UNIVERSITARIO UNIVERSIDAD ESTATAL DE BOLÍVAR
DÉCIMA QUINTA EDICIÓN N° 1 ENERO - DICIEMBRE 2016
ISSN
IMPRESO 1390 - 6976 ISSN
DIGITAL 2631-0245X
Un varón triste
de la Belle Époque o
cuando el tiro sale por la culata
Italo
Svevo
en su Senilità
Victor Ivanovici.1
1 Profesor
emérito Universidad Tesalónica
de Grecia. victor.constantin.ivanovici@gmail.com
RESUMEN: Ítalo Svevo no sólo está considerado como el más “moderno”
escritor italiano de su época, sino, además, se le atribuye una especial
afinidad con la variante centroeuropea de la modernidad, conocida como el
“modernismo vienés” (wiener Moderne). En su novela Se- nilità el autor emprende
el análisis de un aspecto de los más álgidos de este
modernismo, consistiendo en la
“crisis de la identidad masculina”. La obra
de Svevo
es,
pues, la radiografía de la miseria sexual
de un varón triste de la Belle époque.
Palabras clave: feminización de lo masculino, indecisión
e indefinición de metas, fijación
erótica sobre la puttana.
ABSTRACT: Ítalo Svevo Svevo not only is considered as the most “modern” Italian writer of his time, but also is credited with a special affinity with the Central European
variant of modernity,
known as the “Viennese Modernism” (wiener Moderne). In his novel
Senilità the author under- takes an analysis of the most critical aspect
of this modern- ism, consisting of the “crisis of male identity.” Svevo’s
work
is thus the radiography
of the sexual misery of a sad
male of the Belle époque.
Keywords: feminization of male, indecision and lack of
definition of goals,
erotic fixation on the puttana.
Í
talo Svevo
(Ettore Schmitz,
1861-1928), reconocido en Italia como el más “moderno” autor del primer
ter- cio del siglo 20, mantuvo relaciones problemáticas tanto con la literatura italiana
como con la modernidad.
Para
empezar, su “italianidad” es más una elección
que
una
identidad
orgánica.
Súbdito austrohúngaro de nacimiento, con raíces en la judería
centroeuropea (la cual,
en cuanto Staatsvolk3,
constituía uno de los más sólidos
factores de cohesión
del Imperio), Svevo fue ante todo un triestino. Harto es sabido que ello significaba en la época – y en gran medida no ha dejado
de significar desde
entonces - «una identidad
de frontera» (Ara-Magris). Específicamen- te, señala el comparatista rumano Edgar Papu, Trieste representa «el término de la penetración germánica hacia el sur,
el confín oriental de la latinidad de Occidente y el límite más alejado
alcanzado por el Este en su avance hacia el centro del continente». Pues bien, en una perspectiva identitaria pura y dura, tal complejidad intercultural también denota
una carencia, en el sentido de que le falta el brío,
la sensualidad y la pizca
de ostentación rastreables, por el contrario,
en
el mainstream de la cultura
italiana.
El
gran poeta Umberto Saba, él mismo un triestino de pura cepa, supo hacer de esta carencia una virtud; en su profe-
sión de fe franciscana e irónica
a la vez, escribía: Amai triste parole che non uno / osava. M’incantò la rima fiore / amo- re... (‘Amé tristes palabras que nadie se atrevía / decir. Me encantó la rima flor / amor’).
De modo análogo, Ítalo Svevo4 se forjó una poética novelesca minimalista pero perfectamente funcional, porque idónea para expresar, en palabras de Eugenio
Montale, «la épica de la gris causalidad de nuestra vida diaria».
Si por el lado italiano
Svevo despliega, pues, una identidad
«débil», eso es triestina, su lado «moderno»
representa
«una
identidad herida» (Pollak 1984),
atribuible sobre todo a su dimensión centroeuropea.
Pese a haberse gestado y nacido en una periferia de Europa Central, la escritura sveviana no pudo quedar inmune
al influjo de la famosa wiener
Moderne que, por aquel entonces, alcanzaba su apogeo en el centro
imperial. Pues bien, el florecimiento del movi-
miento literario y artístico respectivo
no ahorró a sus actores
momentos y situaciones críticos de toda índole, puesto que el contenido por excelencia del modernismo vienés
era justamente la crisis de la modernidad (cf. Le Rider
1990).
Senilità (Svevo 1991) es un agudo eco de todo ello.
3 Staatsvolk (‘pueblo
del Estado’):
en los países alemanes - peculiarmente en las posesiones de Austria
- los judíos, antes de su
emancipación
civil
(durante la
Ilustración),
estaban bajo
jurisdicción directa del
Estado o,
si se quiere, bajo la protección del Emperador. Por eso, aún con posterioridad a ello, siguieron conservando una lealtad
especial
a la Corona.
4
… quien, de joven, sintió la necesidad de ir a vivir un tiempo en Florencia, ¡para aprender bien el toscano!
FECHA DE RECEPCIÓN: MAYO
2016
FECHA DE ACEPTACIÓN:
SEPTIEMBRE 2016
50
Entre las tres novelas de Svevo, ésta (1898) ocupa un lu- gar aparte5, intermediando entre Una vita (1892/3), aún
la puta (cf. Weininger
online)
Un varón triste de la Belle Époque o cuando el tiro sale por la culata
cercana a la ortodoxia «verista»6, y La coscienza di Zeno (1923), ya plenamente «moderna» (con sus referencias
proustianas, psicoanalíticas etc.), Nada más que por tal posición
mediana, Senilità manifiesta su especial afini- dad con un espacio
geográfico y cultural que merecía
de hecho y de derecho el rótulo de «Europa del medio» (mittel-Europa).
Para
comprobarlo es preciso poner
de manifiesto las huellas estampadas
en las páginas del li- bro por determinadas creencias e idées reçues, de amplia circulación en aquel preciso lugar
y momento y, por ello mismo, muy
útiles y significativas para la historia de las mentalidades. Entre ellas se cuentan algunos estereoti-
pos pertinaces, relativos a las extremadamente dificulto-
sas relaciones que en aquel
entonces regían
entre los dos sexos.
En la estela de dichos estereotipos, Svevo se aplica en su novela a radiografiar
la miseria sexual de un varón triste
de la Belle
époque.
En
1902, un joven estudioso de origen
israelita se docto- raba por la Universidad de Viena con una tesis
de filoso- fía, cuya entusiasta
acogida desde ese primer momento auguraba a su autor un brillante porvenir académico. El nombre del doctorando era Otto
Weininger, tenía apenas veintidós años, y su disertación titulada Geschlecht
und Charakter (‘Sexo y carácter’), fue editada
el año siguiente. El libro,
que extrae su sustancia de las fuentes inmemo-
riales de la misoginia, anuncia
y denuncia el advenimien- to, ya a la vista, de
un nuevo matriarcado. La vehemen- cia de su «protesta
viril» (como diría Freud) no es sino una confesión de debilidad y un grito de desesperanza. La amenaza que presentía Weininger
se le presentaba tanto más temible cuanto, obviamente, la configuración
«normal» de la personalidad favorece la feminización
de lo masculino. En este sentido,
el filósofo vienés no tarda-
rá en descubrir que la psique humana
es de una ambi- valencia congénita y
que en todo carácter individual los dos sexos se mezclan inextricablemente7.
Así es como el varón, temeroso de la feminidad y a menudo fascinado
por ella, se lanza por su propia voluntad por el camino respectivo,
al sentir arrancar el proceso de feminización dentro de su propia persona8. La modalidad de conjurar tal
«colaboracionismo» es el así llamado proceso de indi-
viduación: ya no un dato sino un deber para el individuo. Según
Weininger, la tarea más urgente
de cada uno es segregar los dos componentes de su carácter.
El hombre debe desarrollar al máximo su facultad activa y creadora,
para volverse enteramente masculino, eso es un genio.
Contrariamente, él debe abandonar por completo la pasi- vidad sensual y procreadora, propia del genotipo femeni-
no, cuya actualización plenaria se da en la madre y/o en
5 … y tal vez sea ésta la razón de la preferencia que le
mostraron Joyce y Valéry-Larbaud,
“padrinos” del éxito
del nove- lista triestino
en Europa Occidental.
6 Il Verismo (de vero = ‘real’, ‘verdadero’) constituye la
variante italiana
del Naturalismo. Su máximo
representante es el
gran narrador Giovanni Verga
(1840-1922).
7 Esta idea básica de su libro le valió a Weininger una
acusación póstuma
de plagio, por parte de los psiquiatras Fliess y
Freud.
8 Tal fue el caso (estudiado entre otros por Freud, Jung
y más tarde por Lacan) del paranoico Daniel
Paul Schreber,
cu- yas Denkwürdigkeiten eines Nervenkranken (‘Memorias de un neurópata’) aparecieron en 1903, casi simultáneamente con Sexo y carácter. Ese documento, de un enorme interés
psicoanalítico, describe el derrumbe de la personalidad masculina del autor, se- guido por su metamorfosis en una nueva Eva,
cuya misión era, supuestamente,
regenerar el
género humano.
Tal lucha interior fue la del propio Weininger. Al consta-
tar su incapacidad de alcanzar las metas que él mismo
se había fijado, al presentir
el fracaso de su individuación, fue presa de un agudo y virulento
acceso de «odio a sí mismo» (Selbsthass) y se suicidó apenas editada
su obra. Desde un principio, ese gesto trágico
fue interpretado como un argumento – el más perentorio – al apoyo
a las tesis enunciadas en Sexo y carácter.
Con
el libro que estamos revisando,
el narrador triestino se anticipa a Geschlecht
und Charakter con un lustro. Sin embargo, los dos obras parecen interactuar en el marco de una intertextualidad sui generis, donde, entre uno y otro, no se dan, propiamente, vínculos textuales; hay más bien una red que las abarca,
incluyéndolas juntas en lo que Foucault llamó “la prosa del mundo” y los
Nuevos
Historiadores, “lo mental
colectivo” de la época. En parti-
cular, el síndrome de la «crisis de la identidad
masculina» (Le Rider 1990: op. cit.), con toda su etiología descrita
por el filósofo vienés, se
actualiza preferentemente
a través de un factor psicosocial, la consabida «neurosis de fin de siglo», cuya variante
centroeuropea se llama Nervosität.
En este sentido,
volviendo a la novela Svevo, constatamos que el héroe masculino de la misma se mantiene en
una expectativa perpetua9. Tal “disponibilidad” no es más que
la coartada de su abulia, la cual le infunde, si no franca- mente una pasividad femenina, de todas maneras una
pesadísima inercia. Aunque
teóricamente comulga con el ideal viril de la genialidad, a la hora de enfrentar
los de- beres procedentes
del mismo, se ve frenado por su Ner- vosität. Así se explica
que la «potente máquina genial» que piensa ser él mismo esté
siempre «en construcción, no todavía
en actividad»10. Así se explica igualmente que, a guisa de toda
experiencia amorosa, y mientras espera que a su vida llegue la mujer como mensajera del mundo exterior y como emblema
del «éxito» y de la «fortuna,
el personaje se contente con qualche cosa ch’egli aveva suc-
chiato dai libri,
una grande diffidenza e un grande disprez-
zo dei propri simili / “algo que se había chupado de los libros, una gran
desconfianza y un gran desprecio por el prójimo”. Dada semejante
tergiversación sistemática de su individuación
masculina, Emilio Brentani se encuen- tra básicamente
imposibilitado a reconocer sus propios fines y a elaborar una estrategia coherente para alcanzar-
los.
Ocupa
el centro de la novela
la grotesca historia de amor
de Emilio y Angiolina, de la que me propongo hacer el ob- jeto
exclusivo de mi análisis, dejando de lado la
segunda línea argumental
del libro (que versa sobre pasión secre- ta y sórdida de la amargada solterona Amalia, hermana del protagonista, por el escultor Stefano
Balli, amigo de Brentani).
Basta con mirar esta intriga desde el ángulo del héroe –
9 Come nella vita così anche nell’arte egli credeva di trovarsi ancora sempre nel periodo di preparazione / “En la vida, igual que en el arte, creía estar siempre
en período de pre- paración”.
10 Pues, si de «actividad» se trata, la novela que había pu- blicado «hacía ya bastantes años» - y que, para decir la verdad,
«estaba
empolvándose en oscuras librerías»-
no le trajo más que una r e p u t a z i o n c e l l a , un amago de renombre, justo para fabricarse
un amago de self respect.
El diminutivo que emplea el original, (piénsese cómo sonaría en español “una reputacionci- lla”) es francamente
feroz.
hacia
quien el autor implícito manifiesta una sutil soli- daridad – para descubrir en ella la co-presencia
de dos
«guiones» harto diferentes. Brentani
sigue unas veces el
uno, otras veces
el otro, la mayoría de ellas a ambos
a un tiempo, siempre incapaz de percatarse de que son mutuamente contradictorios. El primero le viene dictado por las normas y los usos
eróticos de la Belle époque: Emilio busca - o pretende buscar - uno de esos amores
«poco
costosos», con una moza en quien ve a la süsse
Mädel, es decir una «dulce niña»
de cepa popular (avatar centroeuropeo
de la grisette parisina), de costumbres
li- geras y corazón tierno, idónea para el apaciguamiento se- xual y el alivio sentimental de jóvenes burgueses
(sobre todo intelectuales y
artistas). El segundo remite también a la mentalidad colectiva vigente
en la época, pero nace de una
pulsión «novelera», nutrida con
la «romántica» retórica
de novelas cursi, que con tanta fruición consu- mía Emma Bovary. Naturalmente, tarde
o temprano, los dos «guiones» acabarán
por embrollarse uno con otro, y Brentani
se verá conducido a sentimientos
y actuaciones contrarios a sus propósitos. Es más: durante este proceso
también será tergiversada la secuencia normal de causas y efectos,
según una dinámica muy curiosa, que recuerda
un tanto el modismo
español «salírsele (a uno) el tiro por
la culata»11
Para empezar, el supuesto seductor siente de antemano
compasión hacia su supuesta víctima («¡Pobre chica, ho- nesta y sin pizca de astucia!»), que pronto se convierte
en afición a ella. Así es como en su espíritu nace el plan de educarla, para
convertirla en «una mujer hecha y de- recha» con «un poco menos de honestidad y un poco más
de astucia»12. Obviamente, semejante «pedagogía» nada o muy poco tiene
que ver con la índole real de su presun-
ta beneficiaria. La “espléndida plebeya sin muchos
remil- gos moralistas,
deseosa de subir socialmente, sin por ello
imponerse demasiados sacrificios en el plano de los pla- ceres inmediatos” – como reza su
aguda caracterización por un
crítico italiano (Lunetta 1991) - no está hecha en absoluto de la estofa dócil de una süsse Mädel ni tiene vo- cación alguna de víctima. Pero
aún si Angiolina fuese tal como su
amante la ve, ¿«un poco más de astucia»
no la haría un poco menos obediente a él? En efecto (según el mismo
crítico), “a medida que crece su
pasión por ella, disminuye el interés
de la mujer por él” (ibid.) Pero
qué importa: ello ofrece a Emilio la
oportunidad de disfrutar una vez más
de las delicias de la creación13, de sentirse una «potente máquina de pensar», e incluso de forjarse
la imagen halagüeña y falsa
(halagüeña porque falsa) de un
11 Aún más adecuado y expresivo (pero
demasiado
«idiomático») me parece el dicho rumano
Unde dai şi unde crapă,
cuya traducciâon casi literal sería «tú das el golpe acá, y el tronco
se abre allá». La «moraleja» de la sentencia previene contra los
efectos inesperados e imprevisibles
de actuaciones torpes.
libertino
consumado14. Y por una vez más ¡el tiro le sale por la culata!
Seguimos
dentro de la misma lógica al pasar a
examinar
cómo los dos « guiones » anteriores acogen las preferen- cias del héroe en cuanto a la
elección del objeto de su deseo. De
nuevo
se le ve aquí solicitado por dos
pistas eróticas divergentes, sin poder darse cuenta de que son
incompatibles entre sí. La una es el
producto del segun- do guión y consiste en la tendencia
a „angelizar” la mujer
amada; la otra, procedente del primer guión, acaba por
«demonizarla». En ambos casos, una dinámica paradójica
(como la que sugiere el refrán
español ya citado) le lleva
una vez más a resultados contrarios
o muy lejanos de los efectos
perseguidos.
Significativamente,
la «angelización» principia con unos juegos verbales en que Emilio pretende
explicitar el se- mantismo onomástico
de su amiga: Angiolina –Angèle – Ange, y continúa
con juegos metafóricos
que identifican la «salud» física a la pureza moral o,
cuanto menos, a la ausencia del vicio
(«para los retóricos como él,
salud y depravación parecían
incompatibles»). Nada más natu- ral, pues,
que ver este proceso
desarrollarse enteramente
en la esfera de lo «literario», el gran bovarismo del perso-
naje. Así, en la novela de Svevo va insinuándose otra his- toria,
la ficción angélica fabricada de toutes pièces por su protagonista. El vasto capítulo
de la «pobre chica
honesta y sin pizca de astucia»,
que necesita ser educada para la
vida, participa plenamente de esa
ficción, y la castidad con que Brentani
acepta e incluso se impone mantener
una relación «angelical» con Angiolina
(«Emilio… encon- traba una satisfacción completa en la posesión
incomple- ta de la mujer») es propia de un “romance”
imbuido de
«novelería».
En
medio de una atmósfera tan rarificada
– donde se abraza «la luz blanca y
casta» y donde el beso hace las veces de cualquier contacto carnal
-, un dato nuevo surge inesperadamente y el
cursilísimo «romance» se convier- te
de golpe en una novella boccaccesca. Angiolina tomará un marido (un
tal Volpini, sastre de Fiume) – con el úni- co propósito
de cornificarle y poder entregarse
a Emilio sin temores de ningún tipo (pues todo «eventual perjui- cio» recaería sobre ese tercero).
Aparentemente, el dato respectivo nos indica que el primer «guión»
comienza a exigir sus derechos.
En efecto (Brentani está bien situado para saberlo), frecuentar a una süsse Mädel sin acostar-
se con ella equivale para el amante burgués a quedar en
el más completo ridículo15. Por el contrario, teniendo a mano a un cornudo
quien pague el coste del ridículo, el amante
se verá agasajado con «un
amor sin ataduras ni peligros». Por
último, con este ardid concebido por ella de cabo a rabo,
Angiolina proporciona a Emilio una prue-
ba perentoria de la eficacia
de su labor «pedagógica»,
12
Decididamente, Svevo tiene el don de la frase memo-
rable. Aquí, en concreto, condensa
la ridiculez de la situación en una de esas fórmulas llenas de una ironía asesina,
cuyo secreto es
el único en poseer: per insegnarle il vizio, assunse l’aspetto auste- ro di un maestro di virtù / “Para enseñarle el vicio, adoptó el gesto austero de un maestro de virtud”.
13 Fece piovere sulla bionda testa le dichiarazioni lìriche che
nei lunghi
anni il
suo desiderio
aveva
maturate
e affinate ma, facendole, egli
stesso le
sentiva
rinnovellare
e ringiovanire
come
se fossero nate in
quell’istante, al
calore dell’occhio
azzur-
ro di Angiolina / Hizo caer sobre aquella rubia testa un lluvia de declaraciones líricas, que por obra de su deseo habían
madurado y se habían afinado durante largos años, pero que él, al proferir-
las, las sentía tan nuevas y frescas,
como si hubiesen nacido en ese mismo instante, bajo el brillo de los ojos azules de Angiolina”.
14 Dicendo
queste parole egli si sentì l’uomo immorale superiore che vede
e vuole le cose come sono / “Pronunciando estas palabra se sintió
lleno de la superioridad intelectual del in- moralista que ve y quiere las cosas tales
como son”. Según ciertos
psicoanalistas de la escuela
de Jung (en particular Maud Bodkin),
el inconsciente, a fin de compensar la miseria actual del ego, pro- yecta a veces semejantes imágenes de sí mismo henchidas de fantasmagorías, que constituyen una Mana-personality..
(La alu- sión se refiere a la mana de los primitivos, es decir los «poderes»
cuya presencia difusa y anónima es una de las formas elementa- les de lo sagrado) (cf.
Bodkin
1963: passim).
15 «(…)
no intentó ir más lejos sino por miedo a conver- tirse en objeto de escarnio para todos
aquellos varones que le miraban».
pues tramar semejante cábala supone el haber adquirido bastante «astucia».
Objetivamente,
el maestro tiene de qué felicitarse y sen- tirse satisfecho. Y sin embargo, en su foro interno ello pone en marcha un proceso de envilecimiento de la amada. En la cama de Angiolina, una vez alcanzados los propósitos de la intriga boccaccesca,
Emilio tiene el senti-
miento de poseer «a la mujer que odiaba,
no a aquélla que quería». Semejante efecto perverso pone relieve no tanto la clásica tristitia post coitum, cuanto una propensión
a la radical «demonización» de la hembra, como contrapeso a la tendencia a su «angelización» (ambas pulsiones de- finiendo el
comportamiento erótico de héroe sveviano).
Porque
este varón triste y neurótico
(por problemático en cuanto varón), está fascinado por la terrible
femini- dad cuyo arquetipo, según Weininger,
se actualiza en la figura de la madre y/o de la puta. Ahora bien, si dejamos de lado lo materno, debemos
concluir, forzosamente, que aquello que
desea y teme a la vez Emilio en Angiolina es justamente su lado puttanesco. De hecho dicho comple-
jo se instala desde el primer momento
en la psique del protagonista, aunque él
no lo admitiera sino
hacia el fin de la novela, o mejor dicho de su novelero “romance”
con Angiolina16.
La razón de su miedo está clara: mujer ente- ramente femenina,
la ramera, a resultas de su
sexualidad
franca y agresiva, posee
una fuerza que, en este específico contexto, podríamos tildar
de «varonil». Sobra decir que tal fuerza no hace sino incrementar
los temores y exacer-
bar el odio a sí mismo que nutre el varón
incompleto, en vías de feminización. Más difícil es explicar la atracción que ejerce
sobre Emilio precisamente
«Angiolina-la-pu- ta». Este aspecto obedece a los mecanismos que rigen la
elección del objeto sexual:
un proceso cuya tortuosa dia-
léctica ha sido estudiada por Freud.
El lector se
acordará quizás de que, en Senilità, el envile- cimiento y la «demonización» de la mujer amada se ha- bían iniciado
a raíz de la oportuna fabricación de un cor- nudo. Angiolina, de quien había venido la idea, se basaba en esa ocasión
sobre una intuición muy sagaz
de la psi- cología amorosa: la
perspectiva del «tercio
perjudicado» (des Geschädigten
Dritten), para citar a Freud, la haría tanto más deseable a los ojos de Emilio, cuanto ella fuera deseada por - o perteneciese
a - otro17. Pues bien, amén de
sacar provecho de la cornificación de Volpini,
pronto Brentani tomará
parte activa y «creativa» en susodicha cábala, siendo él quien,
con su “pluma experta” de escri- tor, redactará la carta destinada a engañar las sospechas
16 No es éste el momento ni el lugar
idóneo para abordar cuestiones de estructura
y composición. Excepcionalmente y de paso, señalo sin embargo
que entre las dos instancias narrativas
antemencionadas (‘la novela’ versus ‘ s u romance’), es decir en-
tre
la novela escrita por Svevo y la vivida por Emilio, o también
(en
del cornudo hacia la novia
infiel.
Conforme lo exige
la condición de existencia
de toda
es- tructura – a saber
que las relaciones del mismo tipo se re-
produzcan o bien con elementos distintos
o bien con los mismos, pero distintamente distribuidos
- tales figuras de los
vínculos interpersonales son
sencillas, estables y sumamente productivas.
Pronto, pues, Emilio y su amiga
se verán involucrados en esquemas idénticos, salvo que ahora será él quien ocupará la posición
del cornudo. Tales
cambios de ciento ochenta grados señalan la expansión del principio del triángulo amoroso, y es precisamente por esta vía que «Angiolina-la-puta» llega a ser objeto de elección sexual por el héroe. Mientras más
intrincada se vuelve la intriga, más claro resulta que la hembra ejer- ce sobre el varón un ascendente
«masculino», reforzado considerablemente
por el hecho de ser ella quien des- empeña el papel realmente activo en el comercio erótico de la pareja18. Paralelamente, la pasividad
femenina de Brentani va
acentuándose y tiñéndose de masoquismo, pues muchas veces adopta, diríase, voluntariamente la postura del cornudo. Como cuando, tras
haber sorpren- dido a Angiolina con
un comerciante de paraguas, vuel- ve a ella (sin nada aprender ni olvidar), desacatando la decisión solemne - ¡y tan italiana! - que
había tomado en aquel momento: Egli non voleva più baciare dove aveva baciato
l’ombrellaio / “Él no quería besar más donde ha- bía besado
el mercader de paraguas”19. O como en el caso
del «triángulo» formado una vez que a la pareja de aman-
tes se añade Stefano Balli, amigo de
Emilio, a quien, en cierto modo, éste último «ofrece» a Angiolina.
Por
cierto, la fijación erótica sobre la meretriz puede examinarse
(como de hecho he intentado hacerlo hasta aquí) en el marco de la dialéctica masculino-femenino. Tal
óptica, remisible a Geschlecht und Charakter de Otto Weininger, ocupa su lugar preciso dentro de una histo- ria de las mentalidades de la Belle époque centroeuropea. Pero este
síndrome posee asimismo
un lado universal- mente humano, cuya descripción es de incumbencia del psicoanálisis. Freud
señala al respecto que el hombre “enganchado” a una tal mujer, siente instintivamente
la necesidad de «salvarla». Para disimular la verdadera ín- dole de este impulso, él desarrolla
una creencia sincera en la
importancia vital de su
protección: sin ella,
su que- rida, sentimentalmente lábil y socialmente amenazada, estaría terminantemente
perdida.
No
hace falta ser muy perspicaz
para reconocer en la
«
etiología » respectiva la quinta esencia de la actitud del héroe de Svevo
hacia su amiga. Tan sólo hay
que precisar que « salvar » equivale
aquí a « educar ». En efecto, en Senilità,
manifiesta el crítico
italiano Daniele Del Giudice,
«cada quien tiene la manía de educar y de curar a algún
jerga teórica) entre la enunciación y el enunciado, hay un desfase
harto significativo. El mismo mide la distancia
que el autor/na- rrador
se toma respecto de su héroe; distancia que, a
su vez, nos muestra tanto
el alcance como los límites de
la solidaridad entre
ambos. Así, en la escena final de la novela vivida,
magníficamente reconstruida dentro de la escrita, Emilio sella su ruptura con
An- giolina profiriendo
el abominable vocablo (puttana). Svevo evita hacerlo y,
maestro del esquive y la reserva,
desvía la injuria direc-
ta a discurso indirecto: E sai perché? Perché tu sei una...Esitò un istante, poi urlò quella parola / “- ¿Y sabes por qué? Porque eres
una… Vaciló un momento, y luego gritó aquella palabra a todo
pulmón”.
17 René Girard, en su ya clásico
ensayo sobre Mentira ro- mántica
y verdad
novelesca,
de 1961, ve en ello una situación
básica, novelesca por excelencia,
llamada el «deseo triangular» (Girard
1972: passim).
18 En la novela se dan por lo
menos tres situaciones en que la
mujer despliega una conducta francamente varonil.
1ª: es ella quien toma la decisión y la iniciativa de sexualizar su relación
con Brentani y concibe el método para llevarlo
a cabo; 2ª: tam- bién ella, al acostarse
con él por primera vez, más que entregár- sele, lo “posee”; 3ª: en fin, dirigido discretamente por ella, Emilio
(quien no se rendirá cuenta
de ello sino a posteriori)
llega a dar con la casa de citas que
estaba buscando para sus encuentros
con Angiolina.
19 Como
en muchos otros casos, la versión
francesa (Sve-
vo
1996) : Jamais il ne poserait ses lèvres sur les traces de parei-
ls baisers / « Nunca más pondría sus
labios sobre las huellas de tales besos
» - que manejo aquí en paralelo con la italiana aparece insoportablemente edulcorada, en registro “de salón”, comparada con
la robusta (¡y tan sabrosa!) vulgaridad popular del original.
otro» (Del Giudice 1996). Manía a la que Brentani
se en- trega con tanto más goce cuanto su labor «pedagógica» desemboca espontáneamente en la literatura. En la vorá- gine
de sus tormentosos amores con «Angiolina-la-puta», Emilio vuelve a hallar la inspiración
que le había abando- nado
desde sus años mozos, y empieza a componer una nueva novela. Dicha novela es justamente Senilità,
puesta en abyme en sus propias
páginas. Lo señala de hecho el propio autor empírico
(ya no el implícito, ni el narrador), en una carta de 1928, en que
confiesa haber escrito el li- bro «en parte para leerlo a Angiolina a fin de educarla»20.
Pero, ¡qué ironía! El libro de Brentani
resulta un fraca- so. Después de un primer capítulo, Emilio abandona
cualquier esfuerzo y vuelve
a su
habitual oblomovismo21 (Depose la penna, richiuse tutto in un cassetto e si disse
che l’ avrebbe ripreso più tardi (...) Questo proposito
bastò a tranquillarlo; ma non tornò al lavoro / «Dejó la pluma, encerró todo
en un cajón y se dijo que lo retomaría más tarde (…) Este propósito bastó
para tranquillizarle; pero jamás volvió a poner manos a la obra»). No saldrá de su abulia expectante sino para redactar
la carta de Angiolina
a Volpini. Y de nuevo,
¡qué ironía! Esta vez su esfuerzo es un rotundo éxito: derrotada
en el terreno «educativo» -
donde luchaba por «salvar» a la mujer perdida - su escri- tura triunfa en un acto rufianesco, cuyo efecto es afianzar a Angiolina en su dimensión de puttana. Allí reside,
pues, la ironía suprema del destino
de Emilio Brentani. Destino forjado
por maliciosos e imprevisibles mecanismos que hacen que el tiro le salga
cada vez por la culata.
Con tanta confusión en su vida amorosa y tantos pasos en
falso en su vida a secas, lo mínimo que podría decir-
se de este varón triste de la Belle époque es que no sabe lo que quiere. Situación que sería señal de inmadurez, si no le faltase
por completo el frescor22. El infantilismo de Emilio el de un anciano y/o de un neurótico;
de hecho, no por mera casualidad la neurosis
senil se llama en griego palimpaidismós (‘recaída
en la niñez’).
Me
propongo finalizar mi análisis con
el examen
de una faceta específica, que la
senilidad comparte justamente con la infancia y la neurosis.
Se trata de la inagotable ca-
pacidad del héroe sveviano de secretar y absorber fantas-
mas. Dado que en Emilio dicha capacidad
viene activada a través
de la casuística amorosa, añadamos a
las causas de tal «fantasmomaquia»
(Del Giudice), la immoderata
cogitatio que ya en la Edad Media
se atribuía al enamora- miento
(Andrés el Capellán: De amore,
sig. XII).
Los
fantasmas infantiles
que
Brentani fabrica
con una obstinación senil gravitan alrededor de Angio-
lina
y son otras tantas ensoñaciones sobre modalidades (ilusorias) de retenerla a su lado. En una de ésas, de con- tenido materno23, el personaje fantasea con caer enfermo
y ser cuidado por ella. Otra, en que
el protagonista sueña con vivir a solas con ella, en la cumbre de una montaña, es, pese a las
apariencias, una fantasía propiamente
se- nil: apropiarse sexualmente a la mujer que uno ha visto crecer24. (Idea inspirada a Emilio por el caso de un sabio retirado
a un lugar aislado de los Alpes
suizos, quien, a edad avanzada, acabó por casarse con la
muchacha que, durante años, le abastecía de víveres).
El tercer fantasma
me parece el más interesante
debido que, aquí, el tiro salido por
la culata alcanza de rebote mis propias vivencias
históricas. Se trata de un episo-
dio en que, en presencia de
Angiolina, Emilio se pone a soñar con el «triunfo del socialismo» y con la «sociedad distinta”,
donde él “hubiera podido hacerla abiertamente suya». Su discurso
se hunde en el ridículo más comple- to: no tanto porque en aquella
ocasión «la hija del pueblo tomó
partido por los ricos»25,
sino sobre todo porque
él está dispuesto a provocar todo un cataclismo social, nada más que
para poseer a una allumeuse26 que, al escapár- sele constantemente, sin dejarle la menor oportunidad de escapar a ella, lo hace profundamente infeliz. En tal
irrisión me parece vislumbrar la quinta esencia
de la «ilu- sión lírica», es decir revolucionaria (según
Kundera): una Apocalipsis a falta de algo mejor, bajo
la cual se esconde la fijación
enfermiza sobre un objeto tan sórdido y infaus- to
como el «amor por la puta».
REFLEXIONES FINALES
Una visión similar de la Revolución – formulada en términos explícitos
y de fuerte impacto – he descu- bierto en uno de los documentos
más terribles que haya salido del Gulag rumano. Se trata de las memorias de Bellu Zilber, un comunista de toda la vida, a quien sus camaradas, desde el poder, le encarcelaron, torturaron y forzaron a acusar a sus mejores amigos
de los peores crímenes. En los años de su senectud, Zilber escribió con
una rabia helada y un humor justiciero la historia
de sus errores, su calvario y su desembrujamiento, bajo el título
La monarquía de derecho dialéctico27. En un pasaje
que he llegado a aprender de memoria, el autor, para describir el sortilegio ideológico que se
había adueñado de su es- píritu,
encuentra frases que, salvando
las diferencias, po- drían sintetizar
la pasión ponzoñosa y emponzoñada del héroe
de Svevo: «No lograba romper
las amarras que me ataban al Partido, igual a aquel que jamás puede librarse de
una mujer, aun sabiéndola furcia, perjura y ladrona. De
tal sujeto dice el pueblo que ‘adolece de hembra’. Yo
20
Con
ello, Svevo
manifiesta sutilmente su solidaridad
con su personaje, entrando, digamos, en su piel. Él pone un signo de igualdad entre la novela ficticia y la efectiva, fundidas en el mismo
título, y asimismo entre la heroína de la novela y su proto- tipo real, fundidas en el mismo nombre. (De
la última, sabemos que se llamaba Giuseppina Zergol y que realmente había leído los primeros capítulos de Senilità).
Por otro lado, el autor no omi- te
marcar, al mismo tiempo, la
distancia que le separa del héroe de su novela : precisamente
tales igualdades nos recuerdan que,
a diferencia de Brentani, Svevo
sí llevó a cabo su libro.
21 Aludo al héroe epónimo
de la novela clásica rusa Oblo- mov
(1858), de Iván A. Gonchárov
(1812-1891), quien es el vivo retrato
de la abulia metafísica.
22 Por ello mismo, durante largos años, y a pesar de todos los sufrimientos que le provocara
Angiolina,
Emilio «contempla- ba con admiración aquel período de su vida, el más importante,
el más luminoso (…) Él vivió de esa época como
vive un viejo de sus recuerdos
de su juventud ».
23 Freud hacía hincapié
en la estrecha correlación entre el síndrome del «amor por la puta» y la fijación de la sexualidad infantil sobre la madre.
24 Aquí,
eventualmente,
hay también un «lado Pigma-
lión» y un componente «educativo», al que Brentani es tan pro-
penso: formar a la mujer desde la infancia, modelarla según los propios principios,
criterios,
gustos y deseos del varón.
25 En todo
caso, en sus argumentos hay más sentido
co-
mún que en los de su mentor intelectual: «- Si todo se reparte, no quedará
nada para nadie».
26 Este calificativo,
en francés, se aplica a la mujer que se complace en “encender” el deseo masculino, sin luego consentir a “apagarlo”. (Un cierto recato lingüístico me impide dar aquí su
equivalente castizo).
27 Conservado tras
la muerte del autor por
algunos ami- gos fieles y valerosos, el manuscrito fue publicado
tras la caída del régimen
totalitario (Șerbulescu 1991).
adolecía de Partido».
Referencias bibliográficas:
Bodkin, Maud (1963 [1948[): Archetypal Patterns
in Po- etry, Oxford University
Press, Oxford, New York
2.
Del Giudice, Daniele (1996): «Préface» a Svevo 1996.
Girard, René (1972 [1961]) : Mensonge romantique et vérité romanesque. En traducción rumana, Univers,
Bucarest.
Le Rider, Jacques
(1990): Modernité viennoise et crises de l’identité, P. U.
F., Paris.
Lunetta, Mario (1991): «Introduzione»
a Svevo 1991.
Pollak, Michael (1984):
Vienne 1900. Une identité bles-
sée, Gallimard, Paris.
Svevo
Italo (1991) : Senilità, Newton Compton editori
s.r.l. Versión francesa de Paul-Henri
Michel, Éditions du Seuil, Paris 1996 (Svevo
1996).
Şerbulescu, Andrei (Bellu Zilber) (1991) : Monarhia de
drept dialectic, ed. Humanitas,
Bucureşti.
Weininger, Otto (online): Sex
and Character, an interli- near translation, http://stardict.sourceforge.net/ geniusreligion/geschlecht.pdf